La decisión de escribir recordando o recordar escribiendo, la tomé una noche reciente cuando el sueño no llegaba, y empezaron a llegar en cambio los recuerdos. Y a medida que se sucedían reparé en la maravillosa aventura que es la vida.
Hay quien escribe sus memorias, pero aunque parezca un juego de palabras, quien sus memorias escribe, es porque memoria tiene. Y todos saben que la mía es asombrosa.
Por otra parte, cuando la gente importante las escribe, estas pasan a ser parte de la historia. No es mi caso, no soy importante ni la historia me contará jamás entre los suyos. Lo mío serán recuerdos. Lo dije antes; quienes me conocen saben, como sé yo, que mi falta de memoria es patológica. Aunque creo que también selectiva. Si los llamo, vienen los recuerdos en tropel, pero siempre los queridos; muy rara vez los amargos.
Dudé mucho antes de emprender esta aventura; me asaltó el temor, como dice el Eclesiastés, de ver que también esto es vanidad. Y a lo mejor algo de eso hay. El argumentar que se escribe para hijos y nietos, tal vez sea un justificativo. Pero como dice Romildo Risso en el aromo, “...con su poquito de orgullo, porque justo es que lo tenga.”
Así que vamos a ir citándolos, (a los recuerdos, claro), para que se hagan presentes, lo que sin duda harán sin respeto por la cronología. De eso estoy seguro. De lo que no estoy tan seguro es que lleguen a leer esta historia hasta el final. Son vivencias personales, que tal vez solo a mí me parezcan dignas de recordar y escribir. Y bueno, como sé que un poco me quieren, si son capaces, aguanten.
Comunico a quien corresponda, que lo que van a leer no tiene un plan definido. Será una carta un poco larga, (son años), en los que trataré de contar los hechos sucedidos durante la vida de un hombre común. Como dije antes, para hijos y nietos. Y si pueden soportarlos, parientes, alumnos y amigos queridos.
Yo sé que tanto mi sintaxis como mi puntuación son muy especiales. Debe tenerse en cuenta que fui solo hasta quinto de primaria. Además hice año y medio de Seminario. De los diez a los once. A los once y medio; claro. De manera que mi gramática es bastante precaria. Pero ni el cóndor ni el picaflor, le decía a Emilio, saben de aerodinámica. Y mirá como vuelan. Y el irrespetuoso me contestó que por eso lo hacen siempre igual y no mejoran. Con mi natural modestia contesté que lo perfecto no se puede mejorar.
En los relatos se suelen presentar los personajes que intervienen en los mismos. Yo no lo había hecho pues al ser lo escrito destinado a familiares y amigos, esos personajes eran para ellos por demás conocidos. Ahora la cosa cambia, por lo que los presentaré rápidamente.
Adela, la China y Lola son, eran, mis hermanas. Liliana y el Santi mis hijos. Virginia, Tania y Emilio los nietos. Elba, prima hermana querida, compinche de juegos y travesuras de la niñez Los demás van apareciendo pero a medida que lo hacen son presentados cada cual en su papel.
No más preámbulos, entonces, y vamos a los recuerdos.
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